martes
#ffb361
jueves
cardamomo
asomo mi cabeza por el borde
leo algo sobre nuevas exploraciones,
siento el vértigo y siento la culpa.
estos días me acordé de ger
de la foto en el trigal,
de los gritos escalera arriba,
el moldeo de mi cuerpo y
la formación de esas emociones
caracterizadas por la obsesión.
asomé mi cabeza y leí:
"por favor no le cuentes nada a ella".
le habían escrito
una carta de amor,
la historia de un beso y
una amistad dependiente.
dejando una sorpresa en el cajón del velador
encontré otra.
leí con la imprudencia
de una joven de 15 años,
la firma de la amiga que nos presentó.
otra imagen me trajo el recuerdo
de un parador en Gualeguaychú.
casi un día viajando,
me había asomado a buscar una razón.
la angustia de la agorafobia,
un baño petrificado.
mi cara llena de lágrimas.
una muchacha se dirigió a mí
con palabras ininteligibles.
me abrazó, me hizo reiki y me pasó su número.
Patrones, formas, modelos, guías.
Busco "Pauta, María Moliner"
nada.
dos primeras veces
de una abrupta desesperación.
el primer asomo fue por equivocación,
el segundo por miedo.
y así,
el moldeo de mi disforia.
voy sorteando las dependencias,
imaginome libre por las líneas que me sobran (faltan).
los afectos se
rompen
se construyen y
se rompen.
LA cantidad
de tinta
puede ser
capricho.
martes
tiempo muerto
lo que nos pasó allá al otro lado.
La llegada exabrupta, tu mundo,
el mundo a través de tus ojos.
Los callejones sueltos entre esquinas
con vendedores de cerveza a la madru-
gada. Eres una persona conocida -pensé- y
reconocida también, algo que alguna vez te
dio miedo no llegar a vivir, se abría en
pleno esplendor tu vida en esta ciudad.
Los paseos institucionales no cuentan,
si entrábamos a la Sagrada Familia
seguro salíamos de ahí con el virus.
Tantas veces soñé con estar en tu ciudad,
imaginaba departamentos sin paredes
de 3, 4, 5 o más pisos. Con ventanales
gigantes que nos daban vista a algún
complejo de agua. Otro, una cabaña
suspendida en un pastito. Luego, una
casita-habitación en el subsuelo de un barrio
que no te gustaba, pero por el cual no
te dejabas intimidar.
Pero el cuarto final, el cuarto propio, tuyo, albergaba más amor del que pude imaginar.
El inicio de la aventura, que no sabemos nunca
dónde comienza, ni dónde acaba.
Música en griego, saltos de alegría
por simplemente estar. A veces te pienso
como mi tiempo base, estás ahí y
pasas deteniendo ambos de nuestros
tiempos. Sal tú, que después salimos
juntas.
Abarcar Barcelona sola no tenía
sentido. La ciudad me parecía ya
conocida, yo quería los detalles.
Pequeños jardines escondidos,
tumultuosas vistas de la ciudad.
Con P. comer ramen y caminar
hacia su casa, ya somos como
hermanos, rutinarios, a veces no nos
prestamos atención, y al otro le da
más o menos lo mismo.
Sentados los tres en fila,
turbulencia & náuseas,
el cuerpo bailado de la noche
anterior.
Callecitas suspendidas en el
tiempo. No lograba sentir nada
estando parada frente al Partenón,
tremendo socotroco milenario y yo,
pensando en el mar al fondo de todo.
Destello marrón oliva -entre olivos-
aquí hubo, aquí estuvo, aquí pasó
palabras demasiado chicas para
una qualia tan grande.
El agua de Vougliameni, gracias, 24 grados
en pleno invierno. Nadando como
si fuese a conseguir algo de mí
misma. No. Lo. Sé.
Gatos callejeros frente al
supermercado, tantos, bellos,
ganas de llevarlos a casa.
Caminando llegamos, el mar
esperándonos, las islas a lo lejos.
El sol comenzó a caer, me mojé
los pies en esa agua de territorio
estimado. Probablemente causa de
mi resfrío posterior. Pero el cielo,
dorado cromado, la impresión de
«aquí me quedo».
Luego el frío, el regreso en lo
que parecía una micro en hora punta
en Santiago de Chile.
Un museo aburrido y el más bello
jardín, un laberinto. Animales
exóticos y también los que esperábamos.
Una fuente de agua vestida de musgo,
asusté a P. viniendo por detrás.
Se enojó, le tuve que dar mi choco-
late, me abrazó.
Entonces, vueltas y vueltas por una
maravilla de ciudad con secretos,
historia que prefiero ignorar por ahora
y comida repetitivamente exquisita.
Ya en Barcelona fuimos a ver
Little Women al Verdi en barrio
de Gràcia, L. lloró y yo también un poco
quizás al final, con el hartazgo
de las relaciones amorosas que
nos retratan desde el nacimiento hasta la
gran muerte.
Calle abajo, un tacho de basura
con fotografías que curamos
en pos de nada (el tiempo que
menciono páginas atrás).
Los amigos que tocaban en El Prat
a la medianoche, irnos en patota en
el metro, riéndonos de la
perfección europea. Tanta felicidad
sentí en ese momento, saltando
viendo a mi amigo cumplir su sueño,
gritarle "¡El tío Vicente estaría
orgulloso!".
Poder controlar mi borrachera,
intentarlo.
Paseo por la playa, L. mojada
por meterse al agua en pleno
invierno. Los tres caminando por
un barrio inentendible, caminando
hasta encontrar dónde comer. Una picada con
arte kitsch. Lloré en el baño,
extrañaba a Z.
nuestra casa, nuestros
juegos, nuestro todo. Más.
Salí del baño – ¿estás bien?
Sí, lo estaré, a veces
miércoles
nekrásov en dostoievski
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A PROPÓSITO DE NIEVE DERRETIDA
Matermuta
un revólver en el último cajón de mi velador. las peleas silenciosas, palabras contra mi madre biológica.
a veces despierto pensando que estoy en ese cuarto, casas prefabricadas de dos pisos, cuarto principal en la planta baja con vista al jardín delantero. un cuartito pequeño donde dormía yo al comienzo, una cama en el piso, bajo la almohada dejaba mis dientes.
cuando se fue Verónica de la casa me dejaron su pieza, segundo piso, dos habitaciones enfrentadas. entremedio un baño por donde entraba la luz del atardecer. Cristián y yo dormíamos arriba, nuestras habitaciones eran dos mundos opuestos. su cuarto lleno de trofeos y artilugios de sus aventuras cerro abajo en bici, mi pieza llena de juguetes con dos camas y una tele. la estatua de una bruja a la vieja usanza que decía "prohibido prohibir", el VHS de Titanic reproduciéndose infinitamente.
en aquel nuevo cuarto, frente a mi cama, había una pequeña puerta que daba al ático. por supuesto me aterraba pensar que de noche la puerta se abriría, para develar tras de sí alguna extraña criatura amenazante. y ahí mismo en esa cama, tuve muchos terrores nocturnos y visiones tenebrosas. una vez estuve a punto de tirarme por la ventana dormida, pero mi grito desaforado alertó a la familia. años más tarde una psicóloga diría que esos efectos eran claros síntomas de un abuso sexual infantil reprimido.
me olvido cada vez más que nunca hubo resolución ni justicia. un día cualquiera quise ver por google street el terreno donde pasábamos las vacaciones en Algarrobo, para mi sorpresa ahí estaba él, un viejo estoico y admirado por muchos. en realidad un pederasta sin remordimientos. la imagen de él cortando madera con un serrucho quedó impresa para siempre en la internet. y yo no sentí absolutamente nada.
un psiquiatra me dijo una vez que de tanto bloquear recuerdos y sentimientos, mi psique ya no diferenciaba qué bloquear y qué no. todo se volvió una masa de rechazo constante desde la que creció una identidad casi ficticia.
otra vez, un familiar lejano me citó a Sartre para explicarme que yo era lo que hacía con lo que habían hecho de mí, le di las gracias por el trabalenguas y nunca más le volví a hablar. no hay pararelismo alguno entre las cicatrices del abuso infantil y el existencialismo burgés. igual me reí un poco de su contradicción académica, no pude evitar pensar que él aún guardaba contacto con algunos miembros de la familia del viejo estoico.
¿dónde cresta estaba todo el mundo que pasé tanto tiempo a solas con ese viejo maldito?
no hubo siquiera un escrache, una funa.
las consecuencias las pagué casi todas yo.
volviendo a La Reina, tengo recuerdos tan vívidos de momentos hermosos y horribles.
la llegada del verano y las guindas de temporada que comíamos en el patio trasero con Rosa María, mi madre adoptiva. los vecinos yuppies del barrio con el televisor más grande del nuevo siglo. mis perras, la Raicha y la Tracy, golden retriever & cocker spaniel. aquella vez que llegando a casa, descubrimos a Cristián totalmente borracho con los parlantes explotados. recuerdo exactamente cómo el viejo estoico nos hizo encerrar en el cuarto principal mientras él aleccionaba al joven en el comedor.
siempre hice como que no escuchaba lo que hablaban entre sí quienes me criaron, pero así fue cómo me enteré de los secretos de la familia. Rosa María, viuda de Juvenal (tío de mi padre biológico y marido que solía golpearla hasta la última gota de alcohol) se casó con Juan Guillermo, quien volvió de Brasil por razones sospechosas. mi madre adoptiva y el viejo estoico se conocían desde pequeños, mejores amigos en un barrio periférico de Santiago de Chile.
la casa de los padres de él, un lugar tenebroso que bloqueé de mis recuerdos. enfrente, la casa de los padres de ella, dos pisos, olor a senectud, un patio pequeño que estoy segura, era habitado por duendes. un gallinero convertido estacionamiento. reuniones dominicales donde podía practicar el piano, mas no contar que estaba viviendo el trauma más grande de mi vida. todos tomaban la siesta y yo aprovechaba de contactar con los duendes. siempre me pregunté si llegaron a extrañarme, yo creo que no.
pero voy olvidando. no sé exactamente si habían vendido ya aquella casa donde crecí en La Reina, para cuando le conté a mi madre biológica sobre el abuso vivido. tenía 12 años y acumulaba ataques de pánico como cupones. no sé muy bien en qué exacto momento nació la angustia que me acompaña hasta el día de hoy.
y lo más triste en realidad, es que no recuerdo la última vez que la vi a Rosa María, mi madre por muchos años. no recuerdo si logré llegar a verla licenciada en psicología, camino que casi inconscientemente, seguí yo misma. traidora de mi confianza, aún cuelgan fotos de mi infancia en su casa de Algarrobo. no recuerdo su risa, ni sus retos. no recuerdo cómo era el sabor del pescado frito con puré que me cocinaba cada sábado.
sé que ella me recuerda, pero qué validez tiene un recuerdo erguido sobre el rechazo. qué validez tiene el hecho que ella me recuerde, si comparte cama y techo con mi abusador. hay días que la echo de menos, otros que la odio con toda mi alma. y sólo tengo miedo de extrañarla con desprecio para toda la vida.
desde un encierro inusitado les recuerdo como fantasmas. un rol de hija que abandoné, la huella de una madre que me abandonó. ya no puedo nutrirme del pasado.
Mater muta,
yo seré mi propia madre.
lunes
Dondiego de noche
sábado
Fuga de otoño
sin terapeuta, sin psiquiatra, sólo la corazonada bruja.
el miedo inigualable de modificar mi sistema nervioso.
pensé que estaba bueno dejar de depender de todo de una vez y al mismo tiempo.
pasaron los días y sentí el efecto: me voy a morir, un bucle de sentimiento muerto.
por consiguiente, recordé con duelo y melancolía a quien estuvo conmigo cuando más sentí morir.
una parte de mí quería eso de vuelta, la contención capricorniana que baja todo a tierra.
¿qué estaba dispuesta a aceptar para volver a tener lo que ya no existe?
en un principio pensé, todo.
pero es ingenuo no darse cuenta del efecto de la abstinencia.
con el paso de los días vuelvo a recordar lo que me alejó.
la contención, el abrazo, la necesidad, son efectos del aislamiento y consecuencias de la abstinencia.
cuando recién llegué a vivir a Buenos Aires, estaba bastante sola.
tenía 18 años, todos mis afectos al otro lado de la cordillera.
arrastraba por años un inequilibrio emocional.
en ese entonces también sentía que moría.
solía drogarme y emborracharme, hasta perderme en la oscuridad del automaltrato.
un poco después de raparme la cabeza conocí a C. y con él, conocí Buenos Aires.
En la Bicicleta, como la canción de Suárez.
un bucle muy intenso de amor y la suspensión del dolor asesino en el pecho.
ahora que lo pienso, nunca le dediqué escritos a C.
todo lo que hicimos en los dos años de idas y vueltas tomó valor por sí mismo.
pero yo me alejé, más bien me enamoré.
otra vez.
otro bucle, esta vez más corto y violento.
senderos descalzos por la selva, tormentas tropicales sin respuesta.
la canción que me escribió E. al atardecer.
quando o sol cai ela acorda.
quando todos forem dormir, ela acorda.
"La energía cae como las hojas otoñales (...)
Un desplazamiento hacia el rojo en el espectro...
La fría tumba de la entropía."
las bodas de los átomos cardelianas, no me arrepiento de nada.
amo con delicadeza la energía que pusimos para que todo se fuera al carajo.
son expresiones más que reales de un fracaso compartido.
las pastillas están dejando mi sistema y las contradicciones siguen.
me persiguen.
querer estar y no querer estar.
muchas veces no estoy de acuerdo con lo que pienso y ya no puedo castigarme por habitar los extremos.
claro que habitarlos no involucra a nadie más que a mí.
aquellas bodas de los átomos soy yo, mi cuerpo, mi sentir, mi pensamiento.
me equivoco al pensar que no quiero estar contigo.
y me equivoco también al creer que puedo estar contigo.
pienso en el eclipse que viene y me gustaría contemplarlo a tu lado.
si el fuego nos unió, el eclipse puede separarnos sanamente.
acabo de terminar de escribir lo anterior y ya pienso todo lo contrario.
si el fuego nos unió, el eclipse puede unirnos sanamente.
juntxs y también separadxs.
miércoles
Time will tell, in spite of me
Y ahí estaba yo, en un colchón tirado en el piso con sábanas de tela no tejida. Mi compañera de al lado hablaba una mezcla extraña de Serbio y Español. Como estábamos en el mismo cubículo, nuestras defensas fueron lado a lado también. Su abogada supo defenderla de manera precisa, demostrando la prepotencia y xenofobia del policía calvo.
Mi abogado se limitó a aconsejarme una apelación que explicara que no pretendía quedarme más allá de lo que indicaba mi pasaje. Sus ojos repetían una secuencia ya larga de rutinas legales, todo indicaba que me negarían la entrada. Lo que mi abogado no sabía es que después de 20 años de ejercicio profesional, mi suerte llegaría más lejos que su rutina, esa mañana entré a España. Mi compañera de cubículo no.
Tenía miedo, del presente, de estar tan lejos, de sentirme culpable. Pero L. estuvo siempre ahí dispuesta a oír mis emociones dispersas, y también Vincent, siempre listo para acurrucarse a mi lado.
A la mañana siguiente, P. se enojó conmigo porque nos habíamos quedado hasta las 6am sublimándonos y él no había pegado ojo. Un poco me dio risa porque no se enojaba así conmigo desde el 2018 y creo que aquella fue la única vez que peleamos. Pero otro poco me dio bastante pena porque todavía me sentía triste de la conversación de la noche anterior y no quería enfrentarme a comentarios fríos de amistades que a veces necesitan una buena terapia para sí mismos.
El avión aterrizó en Barcelona un 8 de marzo y las calles estaban plagadas de carteles feministas y hermosos rastros de muchas personas juntas en un mismo lugar. Me sentía pésimo físicamente y sólo quería llegar a acostarme. Como ambas estábamos con una gripe estacional, decidimos quedarnos en casa apenas regresamos a España. Pero no sabíamos que sólo quedaban 2 días para que comenzara el boca en boca de la cuarentena y el frenesí de la pandemia. El sábado 14 comenzó el encierro obligatorio y el 15 emprendí la travesía de regreso. Barcelona-Madrid-pérdida de vuelo en Madrid-noche siguiente Madrid-Paris-Paris-Santiago de Chile. 50 horas evitando tocarme la cara y excediéndome con un uso inútil de toallitas húmedas marca Γαλαξίας. Ahora que lo pienso, la travesía se acabó en Atenas. Y hoy que ya llevo 23 días sin salir, la vorágine me azota.
Un libro sobre separarse y estar bien/mal. Sobre desvanecer el amor y sobre idealizarlo.
the world becomes and swallows me in.
sábado
futur0s próximos
con uno pispeaba y con el otro
lloraba hacia dentro.
no ver fue el desencadenamiento
de mi enfermedad. la cordura es
frágil si miramos sólo hacia el frente–
pequeños bicharracos luminosos
expectantes de algunas historias que
fueron, vinieron a embargar una
estela verde fluorescente–
imágenes mentales
no hay luz pal que no la busca
pal que no la quiere.
hay hojas que no son perfectas
y sin embargo, hacen crecer el vacío
de la mirada – AUSENCIA escribió
la Violeta, cantando se fue.
cantando llego,
mi bisabuela decía siempre:
si anda cantando por la vida, usted está sanita mijita.
martes
nei confini stessi del mio corpo
mi patología es múltiple y desarmada como mi paranoia. la estructura sólo ordena la entropía polimorfa; en letras grandes un cartel que diga a y u d a.
un velo de frecuencia, la voz del castigo que toma presente en cualquier herida y el valor ontológico de la palabra. palabra y muerte. ya sé.
es que he descubierto mi límite al fin,
es la palabra envuelta en acto,
que la muerte nunca alcanza y
nos engaña en colores que no elegimos
pero de los que al menos podemos
quejarnos.
y vergüenza ya al pensar en ello, que siempre será,
me prometo confiada,
la última vez.
siempre se rompe el hechizo narcisista cuando nos decimos la verdad, y está bien.
pero estoy de mal humor constante y no sé cómo aprovechar el decir bien las cosas.
mal genio, desesperado, perdonar.
me satura la impaciencia material del pensar tanto. esencialismo desagradable.
escrito con odio, esencialismo maldito.
perdonarse. llorar sirve sólo por un momento, aunque me encantaría hacerlo libre y a destajo como en los viejos tiempos. hoy siento el deber de silenciar mi tristeza, conocida como destructiva y arrasadora. contraindicada, odiada y reprimida. ¿tanto?
recap para escribir un libro que se trate de no sé qué cosa. quizás sobre el paisaje extraño que existe entre separarse y amar mucho. seguir amando. separarse y sentirse bien. no querer estar más cerca.
dos modos de separarse, dos formas, casi opuestas, casi complementarias. insondables.
entonces pienso: qué es lo que quiero, qué es lo que busco. es probablemente estar solo.
la intensidad ya no me apetece como antes. ya no hago lo mismo. <<muerte, drogas y belleza>>.
se cumple quizás la profecía piagetiana. narcisismo inútil, elemento necesario.
pagar por eso es necesario. quiero creer al menos.
viento frío en la playa, lo que no nos pertenece. ahí donde comienzan los problemas, en el agua. no quería salirme. desencuentro tras desencuentro, me agotaba golpearme el pecho con tu piedra tallada en manos de fausto.
tengo la certeza que lo que me ha saturado forma parte del compartir t o d o.
sobrepasando el agujero interior, en vano intentando llenarlo. yo no quiero llenarlo.
luego ese día, ese maldito día de burlas, provocaciones y golpes, arañazos inentendibles. no es culpable el tablero, mi voz tampoco.
manejo ausencias perfectamente, frecuencia indescriptible. que rabia de todas formas llorar por aquello. pienso no repetirlo.
la distancia es precisa, parece ser la mejor manera de cuidarnos.
esto puede ser una carta. una carta con vista a la calle, al océano, al patio donde jugaba de niña.
esto podría ser una carta, sólo espero no tener que enviarla.