viernes

Coyote Devices

Sacudo mi suéter y me golpea algo de arena en la cara. Recuerdo inmediatamente aquel atardecer de espontánea despedida. No puedo evitar sonreír torpemente
.
Sentada frente al arrebol pierdo la conciencia. Otro artilugio más de mi presencia humana, que revuelve mi cabeza, página por página, con el más delicado ademán. Aparezco bruscamente en la cabecera de la isla de la cocina, es medianoche y los patriarcas hablan sobre el presente y el futuro del clan. Algo parecido a la Orden, pensé. Pero sin la sangre, sin los sacrificios, ni las antipatías eugenésicas, sin todo lo terrible en verdad. Esas maldades podría encontrarlas en otras ramas de mi genealogía, probablemente más poderosas y enterradas, quién sabe en qué rincón del sur. Lo único que podría aportar exacta similitud, pienso, son las trágicas muertes y el silencio de un secreto guardado por generaciones
.
De todos modos, sólo hace falta un poco de desregulación y el poder se transforma en caos. Caos, cuando podría ser obra dorada, o simplemente entropía inocua, pensé. Altruista, me decían de pequeña
.
Evoco su tacto sobre mi pelo, su beso en la punta de mi nariz y la suya, acercándose para continuar la caricia. El tiempo es cuántico, dije más de una vez, y nunca supe muy bien qué quise decir con eso. Probablemente tenga que ver con todo esto, pierdo la conciencia y aparezco de repente. O quizás sea sólo un concepto, una idea de futuro, hoy por hoy, inexistente
.
Cuántos secretos guardará el clan, pensé mirando al vacío a través de esa copa de espumante. Cuando hablan de tierras y porcentajes, y ya no podemos quedarnos escuchando los hijos. Cuando se reúnen padre, madre y los seis hermanos. Puertas anchas de madera completamente cerradas, selladas tras papeles, firmas, lágrimas. No de tristeza quiero pensar, menos de envidia. La sangre empuja, une la sucesión sólo a través del hijo menor. Clan de fuego, núcleo de amor y de compañía irrestricta. Otra diferencia abismal con la Orden, pensé. Otro artilugio que me hace cavilar sobre la fuerza del deseo. En cada una de sus inalcanzables formas 
.
Repentinamente el vacío oscuro puja un pensamiento aún más oscuro, y ya no sé dónde estoy. 
¿Y si nada más pierdo el ojo? Pienso mareada, ¿y si agarro todos estos recursos, que hasta ahora pensaba acumular y simplemente entrego mi ojo a la entropía? No dorada por supuesto, esta vez de la más cruda y sin páramo. Qué haría con tanto y con tan poco, aún ni lo sé
.
Preocupante taedium vitae que regresa a ratos, que vuelve a acrecentarse ante cada diagnóstico. Se abren nuevas preguntas. Pienso en todas mis casas, en antiguos amores, en pequeñas ventanas que se dejan abrir al tacto, mientras me baño bajo un sol eléctrico, un cuerpo celeste deslumbrado por mis vivencias, atravesado por mis nubes favoritas. Por mis cicatrices. Mis sinestesias
.
El terror luminoso de revelar que lo que se esconde de mí, me mira de vuelta. Misteriosamente me otorga un poco de suerte, quizás un respiro. L'inquiétante étrangeté, mudo el ojo ciego, atravesado por un delicado filo que vacía mi cuenca
.
Vuelvo a pensar en su cara, recorro la imagen de mi sorpresa ante ese cariño suyo tan espontáneo, tan prístino, tan efímero a la vez. No me di cuenta de ese intervalo desértico hasta que me sacó de él, no pensé tan frenéticamente en su olor hasta que lo encontré por última vez entre las sábanas. No hace falta reiterar que cautivó mi mirada, cuestión más que difícil bajo esta visión parcelada. Mas hoy por hoy, voy olvidando. Aparezco en otros lugares sin darme cuenta y voy perdiendo su imagen, no me gustaría tanto que eso suceda. Pero ya he estado en esta circunstancia, y no es de todos modos, tan terrible 
.
Y no hablo precisamente del afecto, sino de la memoria, de un momento cuántico que está, al mismo tiempo allá y acá. Recordándonos plenos bajo el bramido de una lluvia torrencial. 
Me sacudo un pensamiento y aparece un recuerdo, anoto una epifanía y surge un augurio.
Llenamos espacios
con mensajes isomorfos
no euclidianos
tanto así
             que el tren
             de la demanda
suspira sin eco
sin resoplar
I de Invierno, 
que llega a su fin
.
Cuántos cuentos me he contado
y cuántos rimbombantes
recuerdos han brotado
de esas palabras tan tuyas
que escucho al pasar
por el lugar que nos conoció
mientras vuelvo a aparecer
súbitamente
en otro pasaje
                      hemos tenido cielos
                         y quebrantos
                       miradas y clavijas
                     miembros fantasma
                          acercándonos
                          acechándonos
siento la cosquilla
del sueño que se cumple
al día siguiente
                       y ante la presencia
                   de un horizonte obturado
                             solo sé
                     que miro al pacífico
                           e imagino
                          tu sombra 
             buscando
                 a la mía entre eones
                    y años caracol.