viernes

blissfully

cada vez que pienso en lo que me asustaba de esos días, lo siento dentro. estaba sola, contigo pero sola. desglosando esa soledad para superarla, al despertar sabía que no vería a nadie ese día. a nadie. ni ese día, ni el día de mañana, ni el fin de semana, ni la semana entrante.
desterritorialización desgarradora
una casa sin puertas.

yo sabía que estabas enojado conmigo.
un día en el que planeaste cualquier otra cosa tuviste que ir a la comisaría de Lavalle.
antes de eso, dejaste tu trabajo. fuiste por mí y al lado de la ambulancia 
hablaste en secreto con la doctora. 
mientras tanto yo, moría de frío en la vereda.
antes de eso ella me preguntó el por qué,
me preguntó si acaso habías sido tú,
me preguntó lo ininterpretable,
respondí lo inescuchable.

me sentía tratada como un padre trata a su hije cuando se manda la cagada de su vida, con amor, con desprecio. ahí estabas conmigo en el barro, en la comisaría de Lavalle.
habíamos pospuesto ese paseo por varios días hasta que te llamaron. 
en la entrevista el policía dejó entrever que de no declarar, era una posibilidad 
que quedara asentado que el accidente había sucedido por tu culpa. 
culpa. qué odiosa y destructora analogía de la perfección.
detallé cada centímetro del suceso
mientras repetía en mi cabeza
nada de lo que digas será suficiente
nada de lo que hagas cambiará algo
el sistema del que vivimos no está hecho para entender el su 
icidio.

cuando realmente llegó la muerte, ya no supe escribirla.
ya no es útil.
me pregunto dónde habrá quedado ese archivo policial 
donde nuestros nombres permanecerán escritos por un largo tiempo,
juntos y en papel.

he perdido otros escritos
dentro y fuera
no sé escribir(te)
y tampoco puedo hacerlo más.
pero mi respuesta es 
y será mi último secreto.

Nada más que decir.