martes

la fiebre

que el recuerdo no sea la infancia y que el placer no sea el olvido.
-hijo de puta el viejo- y ahogó el resto de la oración en el vodka de su vaso

le tocaba a él contarme lo que yo deseaba escuchar hace años
-dejémonos de huevadas hermanita, esta noche nos actualizamos las vidas.
Hubo sólo un tiempo en el que estuvimos bien, sanos; ella limpia y yo tranquilo. Pidiéndole a toda la magia del mundo que el tiempo desapareciera.
En el norte, sobre las cabañas de mi abuela, bien arriba en el cerro, está el lugar en el que nos pasamos esas tardes que dejé, no sé dónde.
"no quiero más mamá, me voy al sur a vivir con mi papá".
y así lo hice.

dos semanas después me llamó al celular del papá, y pude oír como la nieve consumía su cuerpo. y con la peculiar elocuencia de esa puta escarcha me pidió que volviera al norte, que me necesitaba infinitamente.
pero
hoy día el dolor es infinito, ¿dolor es culpa?:(no citaré la conversación que tuvimos acerca de aquella pregunta)
"no quiero más. si mañana estás muerta, me va a dar lo mismo"

en la noche mi abuela la encontró cuando llegó a la casa y yo fui el último en enterarme.
viajé esa misma noche al norte y a la mañana siguiente cuando mi abuela salió a arreglar temas del funeral con el papá, subí al último lugar en el que compartí con ella, subí como un fantasma más, bien arriba en el cerro.
sólo encontré el recuerdo y la escarcha que delineaba débilmente tres palabras sobre el tablero de ajedrez que alguna vez tratamos de construir:
"te amo hijo"

-El temblor, hermanito. Te quiero más que la chucha, aunque estemos muy borrachos, de esto no me olvido. Y de mi no te preocupes, que el placer de la infancia no será el olvido del recuerdo.


como nos junta la cuenca, sangre pegajosamente bella.