miércoles

El cielo estaba despejado esa mañana y quizás todavía quedaban estrellas, aunque ella no vio ninguna. La idea de las estrellas contribuyo a potenciar su sensación. Lo que la emocionaba era sentir esos mundos a nuestro alrededor, nuestro conocimiento de su naturaleza, por muy imperfecto que sea, nuestra impresión de que poseen una pizca de nuestro pasado y de nuestras vidas aún por venir. Era esa la potentisima sensación de estar vivos en el planeta. Esa potentisima sensación de lo muy singular que es, en la vastedad de la creación, la riqueza de nuestra oportunidad. La sensación de ese momento fue un privilegio exquisito, la enorme merced de vivir aquí y que el amor nos renueve.
Le pareció el paraíso.
John Cheever