martes

dos en treinta idos.

Calló impertérrita, disfrazada de disfraz y escapándose del candor, fue a caer sentada en el trompo chico de los juegos de la tinta carnal.
...Pero esto es lo que aconteció previamente:
Se le cruzaron los dragones; él le pagó la historia y ella le devolvió sus caballos.
A la máquina se le empañaron los lentes y ella no saboreó la verdad del diluvio ácido en su boca sino hasta después de cepillarse el cabello cien veces, sien.

Recorrió al olvidado, lo recorrió en otro cuerpo, en otro idioma y en otro país.
Y no,